Soke

Soke significa que es el mas alto grado del sistema en la actualidad y cabeza o director del estilo. Su responsabilidad es la permanencia y correcta transmisión de las enseñanzas marciales de las escuelas correspondientes. En la Federación Mundial de Yawara-Jitsu actualmente el Soke es Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva, cinturón negro 9º DAN y Maestro Internacional.

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva

Aprendí a andar encima de un tatami, hace ya más de 50 años. El gimnasio Toyama de Málaga, fundado por mi padre en el año 1.961, fue la cuna de las artes marciales en Andalucía oriental. Por aquellos años, en Andalucía sólo existía otro gimnasio de artes marciales en Sevilla. No existían aún los tatamis como hoy los conocemos, y mi padre, lo apañó con serrín prensado, cubierto con una lona, anclada a los extremos con corchetes y gomas para que estuviese tirante. Tampoco existían fábricas de keikoguis o kimonos, y había que hacerlos en la modista con un patrón de un kimono adquirido en Francia. Los cinturones eran trozos de cinta de las persianas. Eran los comienzos del Judo en nuestro país.

Recuerdo mis primeros randoris, casi siempre con alumnos mayores que yo, en los que procuraba principalmente que no me tirasen, y en los que me decían que era como un ratón, que no paraba quieto. Qué tiempos aquellos. Por el gimnasio Toyama pasaron multitud de maestros de muchas artes marciales, alguno muy conocidos hoy día y otros no tanto, pero que también dejaron huella. Yasunari Kitaura, Raúl Gutiérrez, Mariano Morante, Jun Sik Bark, Pedro Martínez Dabauza… y un largo etcétera.

Las artes marciales eran a veces clandestinas –recuerdo cuando para practicar karate, había que tener 14 años, y yo me colaba en las clases con 8 años-. Nuestro dojo, parecía un centro de peregrinaje. Recuerdo la ilusión que tenía cuando recibía la noticia de la llegada de algún maestro. La expectativa y la magia que se creaba en sus primeras clases. Como si de una enseñanza esotérica se tratase. Aprendí a lidiar con mis miedos y mis inseguridades. A hacerme más fuerte física y emocionalmente. A superarme a mí mismo.

Pasaron los años, y comencé a compaginar varias artes marciales: Judo y Tae-Kwon-Do. Judo y Kenpo Kárate. Full-Contact y Kenpo-Karate. Yawara-Jitsu con Karate Shotokan. Poco a poco el Yawara-Jitsu creado por mi padre, se fue convirtiendo en mi entrenamiento principal, hasta que conseguí el cinturón negro infantil a los 13 años y comencé a ayudar en las clases para niños.

Continué aprendiendo multitud de artes marciales y formándome sin descanso. A los 17 años nos trasladamos a Madrid, para difundir el Yawara-Jitsu. Recuerdo nuestro periplo por distintas federaciones, como la Federación Española de Lucha o la Federación Española de Boxeo, de las que formamos parte como un departamento independiente. Finalmente, decidimos formar nuestra propia asociación y federación, para tener independencia en la gestión técnica y burocrática. Fue un camino duro, en el que acompañé a mi padre y compartí alegrías y tristezas.

Éxitos y zancadillas de algunos a los que no les gustaba la innovación y eran seguidores acérrimos de las artes marciales tradicionales. Es difícil ser profeta en tu tierra, y el trabajo en el reconocimiento del Yawara-Jitsu, fue duro. Mientras tanto, seguí formándome en muchas disciplinas: Boxeo, Thai-Boxing, Kobudo, Jiu-Jitsu, Tai-Jitsu, distintos estilos de Kárate –Goju-Ryu y Shito-Ryu-, Shiatsu, Kuatsu, y ayudando a mi padre a impartir cursos por toda la geografía española, tanto de defensa personal, como de defensa personal policial.

Y llegó un día del que me enorgullezco especialmente. Tenía 25 años, y en una conversación con mi padre, me comunicó que estaba cansado de luchar para levantar el Yawara-jitsu, porque no hacían más que ponerle trabas por todos lados. Tuvo una crisis de confianza. Yo había ascendido a cinturón negro 4º Dan por aquellas fechas.

Recuerdo como le dije:

«Papá, no te preocupes que yo voy a poner al Yawara-Jitsu donde se merece, y a ti se te va a reconocer»

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva

Soke, Federación Mundial de Yawara-Jitsu

Empecé a participar en importantes cursos multi-estilos en España, para que conociesen nuestro sistema, y se empezó a reconocer al Yawara-Jitsu en el ámbito de la defensa personal. Pero eso no era suficiente para mí. Soy una persona luchadora y dije que me quería probar a mí mismo. A los 28 años con mi kimono a cuestas, pasé dos meses en Londres, para perfeccionar el idioma y dar a conocer al Yawara-Jitsu. Visité los principales dojos de maestros de artes marciales: Aikido, Jiu-Jitsu, Kempo, Karate, etc. y en todos ellos, después de mostrarles el Yawara-jitsu, me felicitaron por el trabajo. En uno de ellos, de gran reputación en defensa personal, el maestro, no muy convencido al verme y al escuchar lo que era el yawara-jitsu, me dijo que fuese al día siguiente al mismo lugar. Me estaba esperando con un alumno suyo, cinturón negro 3º Dan, negro de piel, de 1’85 de altura, y de gran corpulencia. Me dijo que iba a hacerme una prueba con su alumno. Le iba diciendo a su alumno que me golpease o me agarrase de distintas maneras. La prueba duró media hora. Al finalizar me dijo que quería que yo impartiese al cabo de seis meses un curso para su asociación. Fui a ese curso con mi hermana, y lo impartí a unos 150 alumnos. No sabía que se trataba de una segunda prueba, y que estaba seleccionando a los mejores profesores de defensa personal del mundo, para formar un equipo e impartir cursos internacionales por los 5 continentes. Cuando terminó el curso, me dijo que quería que formase parte del equipo –con 29 años-. Y llegaron los cursos (Grecia, Francia, Inglaterra, Escocia, España, Italia, Estados Unidos). Compartí docencia con maestros de reconocido prestigio y de muchos países: David German, David James, Bryan Cheek, Ángel García, Alain Sailly, Peter Browne, George Lim , Kimo Ferreira, George Kosty, y un largo etcétera. Maestros de diversas latitudes y estilos dispares, pero muy efectivos. Fue una gran responsabilidad y varios años de una preparación física y técnica extraordinaria. Un gran sacrificio recompensado.

Tenía en mis manos la capacidad de mostrar al mundo las virtudes del arte marcial creado por mi padre: El Yawara-Jitsu. Y lo conseguí. En el profile –perfil- de los maestros asistentes a estos cursos de la International Fighting Arts Association, ponía en su página web, de mi persona: “One of the most talented and technicall in the world today”, todo esto con 31 años -cuando la media de edad de los maestros asistentes era de 45-. Puse al Yawara-Jitsu donde se merecía en el ámbito internacional. Pero tenía una espina clavada. Antes de retirarme de impartir estos cursos y dedicarme a relanzar el Yawara-Jitsu en mi propio país, pedí a la asociación de maestros de la que formaba parte desde hacía ya 7 años, organizar el siguiente curso internacional en Málaga, cuna del Yawara-Jitsu, como tributo a mi padre y a la ciudad que vió nacer nuestro arte marcial. Conseguí que se celebrase en Torremolinos. En la cena de Gala, reivindiqué a mi padre y le entregué una placa por los más de 50 años dedicado a la enseñanza del Yawara-Jitsu, y como fundador del sistema. Reivindiqué a mi padre ante maestros de alto nivel de Inglaterra, Francia, Bélgica, Estados Unidos, Escocia, Holanda, Japón, etc…

En el ámbito mediático, y gracias a la reputación conseguida primero por mi padre y después por mí mismo, conseguí que la revista cinturón negro, la más importante del mundo en este ámbito publicase un artículo sobre el yawara-jitsu y un dvd, en 5 idiomas, que se distribuyó en 55 países, y en el que reivindicaba a mi padre y al Yawara-Jitsu. Y posteriormente publiqué otro artículo y dvd sobre el manejo del yawara, protagonizado por mi, que ha sido un éxito de ventas. Y otros artículos, como periodista que soy, en esta y otras revistas españolas y extranjeras. Otra promesa cumplida a mi padre. Pero sin duda, mi mayor satisfacción es el premio que me otorgaron en agosto de 2012 en Estados Unidos a la excelencia en las artes marciales y su aplicación en proyectos educativos y sociales por la Asociación Internacional “Master’s Hall of Fame”. Algo así como los Oscars de las artes marciales. Fui nominado por el embajador para Europa, ya que me conocía de haber coincidido conmigo en varios países en el equipo de maestros internacionales. Aceptaron mi nominación y nominaron también a mi padre, como fundador del Yawara-jitsu. La ceremonia se celebró en Costa Mesa -California-. Acudí al Hotel Hilton y sobre la alfombra roja, recogí mi premio y el de mi padre, bajo la asistencia de numerosos medios de comunicación. Puse al Yawara-Jitsu donde se merecía.

En mi actividad docente, he impartido clases a más de 3.000 alumnos. De todas las edades y ambos sexos. Tanto en clases continuas, como en cursos intensivos, y tanto en España como en el extranjero. Desde que era monitor ayudante en las clases infantiles, hasta llegar a ser Maestro Internacional Soke-Shihan. Y lo más importante es la satisfacción de haber contribuido con mi granito de arena a formar buenas personas. Responsables, honestas y respetuosas, pero también valientes a la hora de defender lo que creen justo. Tengo alumnos, hijos de antiguos alumnos. Y alumnos adultos que comenzaron cuando eran niños. Lo que quiere decir, que las enseñanzas que han recibido, les han sido provechosas y necesarias a lo largo de su vida, y ello me llena de alegría.

Para mí las artes marciales son el mejor camino de perfeccionamiento del ser humano. El mejor método de coaching que existe. No existe otra actividad que nos enseñe a superarnos a nosotros mismos, como las artes marciales. A pesar de la mala fama que nos han creado personas que las utilizan para hacer daño o herir de forma gratuita, las artes marciales han ayudado a miles de alumnos en todo el mundo a ser mejores personas. Y en el caso del Yawara-Jitsu, ha ayudado a multitud de personas a mejorar su capacidad de supervivencia ante una agresión, lo que redunda de manera extraordinaria en un aumento de la autoestima y de la confianza en uno mismo.

He aprendido que la maestría parte de la sencillez. Una vez que un practicante va adquiriendo conocimientos marciales, tiene la necesidad de saber más técnicas. Quiere tener más habilidad marcial y ser capaz de hacer maniobras difíciles y elaboradas. Pero una vez que ese bagaje va creciendo, se tiende a volver a la base. Es como un círculo que no tiene fin.

He tenido la suerte de aprender con maestros de diferentes nacionalidades: europeos, sudamericanos y asiáticos. He observado que a veces la capacidad docente no va a la par con la habilidad marcial. Maestros con una habilidad marcial sobresaliente no siempre me han transmitido eficientemente sus conocimientos. Por el contrario, otros maestros con una habilidad marcial ordinaria me han transmitido conceptos y metodologías de una manera extraordinaria. Y cuando se tiene la suerte de tener un maestro que comparte una habilidad marcial y una capacidad docente extraordinarias, es como un milagro. Tienes el ejemplo de lo que puedes llegar a ser y la metodología adecuada para conseguirlo.

He sentido el poder del Ki. La energía que, de forma inexplicable, fluye y convierte un movimiento en algo mágico. He percibido que el repetir de manera incansable un movimiento, es complementario al conocimiento científico de la biomecánica del gesto. La técnica correctamente ejecutada es el canal por el que fluye el ki. La metodología oriental del “hacer” y la occidental del “comprender”, son las dos caras de la moneda, de cuya osmosis, surge su auténtico valor. El valor marcial que convierte un gesto en una obra de arte. Arte en movimiento.

Y qué decir de la defensa personal, tan necesaria en nuestro tiempo. Si bien es cierto que las artes marciales tienen como fin superarse a uno mismo, más que a al enemigo, no debemos olvidar que las artes marciales son artes para la guerra. Marte era el dios romano de la guerra, hijo cultural del Ares griego.” El arte de la guerra”, que diría Sun Tsu en su famoso tratado, trufado de sentido común y profundo conocimiento de la naturaleza humana. O de la jerarquía de postulados del buen artista marcial, esto es: evitar el conflicto antes de controlarlo; controlar al oponente antes que herirlo; herirlo antes que mutilarlo; mutilarlo antes que matarlo; matarlo antes que ser matado. Esta jerarquía de actuaciones de supervivencia tiene reminiscencias feudales, y puede parecer brutal a los ojos occidentales de lo políticamente correcto. Pero lo cierto es que es de una sabiduría incuestionable. Hoy día lo podríamos resumir como no utilizar las artes marciales sino es en legítima defensa. Yo así lo creo. Mejor estar preparado para defenderme y que nunca tenga que emplear estos conocimientos, a no estarlo y tener que defender mi integridad física o la de mis seres queridos. Hay estudios de probabilidad que afirman que, de media, todas las personas al menos una vez, estarán inmersos en una situación conflictiva en la que su vida correrá peligro. De cualquier forma, aprender a defendernos aumenta nuestro coeficiente de supervivencia, y esto es una realidad.

Pero las artes marciales y en concreto el Yawara-Jitsu, me han servido para ayudar a muchas personas. Partiendo de mi experiencia docente de más de 30 años, he creado un programa específico sobre prevención del acoso escolar, en colaboración con la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar que presido, que ha sido incluido en el libro más completo editado sobre el tema hasta la fecha, presentado en el colegio de psicólogos de Madrid: “Terror en las aulas –cómo abordar el acoso escolar o bullying-“, de la editorial Altaria, gracias al cual más de 500 niños y adolescentes han aprendido a prevenir y enfrentarse al acoso escolar. Soy co-autor también del libro “Maltrato –tú puedes con el-, herramientas psicológicas, legales y físicas contra la violencia de género”, de la editorial Juventud, pionero en su género, que aborda la violencia de género desde tres perspectivas transversales y complementarias. En el año 2014, hemos presentado los programas de defensa personal adaptada, con una metodología especial para personas con discapacidad visual, motora y para personas que sufren alguna amputación, así como un programa específico para la tercera edad. Todo ello, convierte al Yawara-Jitsu en un arte marcial accesible a cualquier persona.

He introducido el Yawara-Jitsu en Italia, Chile y México, y estamos en proceso de introducción en Cuba y en otros países. Seguimos creciendo y seguimos innovando, pero aún queda mucho por hacer. Sigo al pie del cañón con la convicción de que el tiempo pone a cada uno en su sitio y que el que siembra, recoge. Sea el karma, el destino escrito en las estrellas o la religión que escojamos en nuestra vida. Toda acción que realicemos tiene repercusiones en nuestro futuro. Al que obra bien, le vuelve el bien. Al que obra mal, le vuelve el mal. Y las artes marciales son una excelente vía para obrar bien. Para obrar con justicia y con valentía en la vida.

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